Desde el pasado quince de Octubre, se ha comenzado la celebración del V Centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús (28 de Marzo de 1515), "La Santa Andariega en cuya escuela aprendemos a ser peregrinos" dice el Papa Francisco de ella al mismo tiempo que se pregunta: "¿Por qué caminos quiere llevarnos el Señor tras las huellas y de la mano de Santa Teresa?". Respondiendo que "por el camino de la alegría, de la oración, de la fraternidad y del propio tiempo".
Queremos en este artículo reseñar una de las facetas de la Santa:
Su paso y obras por Toledo y por los diversos lugares de nuestra comarca y caminos en los que estuvo presente dejando testimonio de su santidad, extractando partes (con alguna pequeña libre adaptación) de un discurso leído en la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo el 18 de Marzo de 1923 por D. Agustín Rodríguez y Rodríguez para conmemorar el tercer centenario de la Canonización de Santa Teresa de Jesús. Que destaca por su lenguaje poético y por las conclusiones a las que llega: designando al Castillo de Escalona como una de las principales fuentes inspiradoras de su obra "Las Moradas, del Castillo Interior".
Santa Teresa de Jesús fue monja y reformadora,
escritora y mujer de casa, que con la misma facilidad y con idéntico garbo
«hilaba su rueca» o escribía una página sublime. Contemplativa y mística a la
vez que activa y emprendedora, volaba entre las nubes sin perder de vista la tierra,
y peregrinaba por los caminos de Castilla, por ventas, mesones y palacios, sin
apartar su pensamiento del cielo.
Pudo nacer en Ávila Santa
Teresa o quizá en Gotarrendura; pero nadie podrá discutirnos que por sus venas
corriese sangre toledana, pues toledanos eran sus antepasados paternos, y
toledano era su padre, el bueno y noble hidalgo Alonso Sánchez, de Cepeda. “el
toledano” le llamaban en Ávila, según atestigua Julián de Ávila, "porque había
venido de Toledo".
La ejecutoria de nobleza de
Alonso Sánchez y de sus hermanos nos dice que vivió en la parroquia de Santa
Leocadia, y en esta parroquia ha de buscarse por tanto su casa solariega, si,
como se cree la tuvo en Toledo.
Con todo, preciso es confesar que Santa Teresa no sintió
impaciencia por venir a Toledo. En un viaje que hizo a Guadalupe en 1548 o
1549, se detuvo en Puebla de Montalbán 1
y quizá también en Torrijos 2 para visitar a
los parientes que en ambas poblaciones tenía; pero nada indica que llegase
hasta Toledo por primera vez en 1562 - y de manera bien impensada - cumpliendo
órdenes del P. Provincial de los Carmelitas. Precisamente en la noche de
Navidad de 1561 fue cuando recibió el mandato de emprender el viaje.
1 En
Puebla de Montalbán vivía, según algunos, D. Diego de Cepeda, primo de Santa
Teresa; pero según otros, residía en Toledo, De todos modos, es cierto que allí
conoció Santa Teresa a su sobrina María de Ocampo, hija del dicho Diego de
Cepeda. Bien merece un recuerdo esta toledana, que viviendo con su tía en el
convento de la Encarnación
de Ávila, fue acaso quien la decidió a emprender su obra de la reforma de la
orden carmelitana, ofreciendo generosamente su legítima para fundar el primer
convento.
2 En
Torrijos vivían D. Francisco de Cepeda y Dª. Leonor de Cepeda, primos de la Santa y quizás algunos otros
deudos. Entre las primeras Carmelitas Descalzas figuran varias parientes de la
fundadora y naturales de Torrijos. Escribiendo Santa Teresa a D. Teutonio de
Braganza, Obispo de Evora, alude a un fracasado proyecto de fundar un
monasterio en Torrijos.
Recorrer en lo más crudo
del invierno un camino de más de veinte leguas con las escasas comodidades que
entonces había para viajar, no había de ser muy del gusto de una persona
enferma, pero era preciso obedecer, y
se puso en camino.
En una mañana de Enero,
cuando comienza a despertar la vieja ciudad castellana, va ya camino adelante, contorneando
las murallas, el pesado carro en que se han acomodado Doña Teresa de Ahumada,
como entonces se la dice, y otra religiosa, Dª Juana Suárez, que es su
compañera. En lentas monótonas horas atraviesan la Paramera de Ávila, inclemente y adusta; se adentran por las
cañadas de las últimas estribaciones del Guadarrama y de Gredos, cuyas cimas se
cubren con el armiño de sus nieves casi perpetuas, y descienden al valle del
Alberche, donde ya los olivos ponen una nota de verdura en la aridez del
paisaje invernal. Ya están, al fin, en tierras toledanas, en estos fértiles
campos de Castilla la Nueva que tantas veces, en adelante, habrá de atravesar
Teresa de Jesús.
En las Cartas de Santa Teresa se acredita su paso por Escalona, invitada por la Marquesa de Villena. |
Escalona, Quismondo, Novés, Huecas y Villamiel señalan, muy
probablemente, otras tantas etapas del viaje, que guardan, por ventura,
ignorados recuerdos de la
Santa Andariega. Y al declinar la tarde del tercer día, las
dos viajeras contemplan con admiración, recortándose sobre el azul del cielo,
el gracioso perfil de Toledo, la imperial, sentada con majestad de reina sobre
el agreste trono de sus rocas y envuelta entre el polvo de oro que el sol
derrama sobre ella al despedirse desde las cimas lejanas.
Palomar de Santa Teresa de Jesús en Gotarrendura (Ávila) uno de los lugares en donde es probable que naciera. |
Caminos estos que
recorrería numerosas veces para la fundación de varios “palomaricos de la Virgen ” como poéticamente
llamaba a sus conventos Santa Teresa.
Desde que salió de Toledo
en 1570, había erigido en suma, doce conventos.
Pero cuando parecía más cercana la hora del triunfo, estalló bravía la tempestad. Una orden del General de los Carmelitas, enviada de Roma en la primavera de 1576, mandaba a la infatigable fundadora retirarse a uno do sus conventos y abstenerse de otras fundaciones, el convento elegido para este retiro fue el de Toledo, desde donde escribe de continuo, dando lugar a las páginas más sublimes de sus libros que le han valido el ser conocida en su posteridad con el nombre de Doctora Mística; siendo su obra cumbre “Las Moradas o Castillo Interior” la historia de un alma que, grado por grado, se purifica, se ilumina, asciende hasta unirse con Dios en espirituales y místicos desposorios. En este libro se pueden detectar antecedentes toledanos que aquí vamos a mencionar:
Pero cuando parecía más cercana la hora del triunfo, estalló bravía la tempestad. Una orden del General de los Carmelitas, enviada de Roma en la primavera de 1576, mandaba a la infatigable fundadora retirarse a uno do sus conventos y abstenerse de otras fundaciones, el convento elegido para este retiro fue el de Toledo, desde donde escribe de continuo, dando lugar a las páginas más sublimes de sus libros que le han valido el ser conocida en su posteridad con el nombre de Doctora Mística; siendo su obra cumbre “Las Moradas o Castillo Interior” la historia de un alma que, grado por grado, se purifica, se ilumina, asciende hasta unirse con Dios en espirituales y místicos desposorios. En este libro se pueden detectar antecedentes toledanos que aquí vamos a mencionar:
Santa Teresa ha tenido
ocasión de verla de cerca, pues en ella pasó uno o dos días en 1568, invitada por
la marquesa de Villena. Ha admirado las suntuosas estancias decoradas con gran
lujo por el fastuoso condestable don Álvaro de Luna. Desde las almenas ha
escuchado el rumor del río Alberche, que después de rendir homenaje a la
formidable fortaleza que domina todo el valle, se aleja mansamente fertilizando
los bellos sotos que bordean sus orillas. Tanto el castillo como el grandioso panorama
que desde él se divisa, han dejado profunda impresión en la viva fantasía de la Santa escritora. Después de nueve
años aquellos recuerdos surgen inopinadamente en la memoria...; y he ahí el
plan del libro: un castillo con varias moradas, que simbolizan otros tantos
grados de oración. Es un plan sencillo, expresivo, poético . Faltan no obstante, otros elementos, que la Santa hallará también en su propia
memoria, con sólo recordar una visión que había tenido muchos años untes.
"De presto se recogió mi alma” había escrito en su Vida “y pareciome ser como
un espejo claro toda ..... , y en el centro de ella se me representó Cristo
Nuestro Señor”.
Ahora ya está el plan
completo. La imagen del castillo y del espejo se han fundido y la adusta
fortaleza de Escalona se ha poetizado convirtiéndose en un castillo de diamante
o claro cristal, en cuyo centro se
imagina la Santa
la morada de Jesucristo.
“Estando hoy suplicando a nuestro Señor hablase por mí,
porque yo no atinaba a cosa que decir ni cómo comenzar a cumplir esta
obediencia, se me ofreció lo que ahora diré, para comenzar con algún
fundamento: que es considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante
o muy claro cristal, adonde hay muchos aposentos, así como en el cielo hay
muchas moradas. Pues consideremos que este castillo tiene, como he dicho, muchas
moradas, unas en alto, otras en bajo, otras a los lados; y en el centro y mitad
de todas estas tiene la más principal, que
es a donde pasan las cosas de mucho secreto entre Dios y el alma”.