Determinante
del perfil geográfico e histórico de la villa de Escalona es su puente sobre el
río Alberche que, emblemáticamente, aparece en el escudo municipal.
Emplazada
la villa en el camino que une las dos Castillas, al borde de un barranco que se
alza cien pies bruscamente sobre el río ya mencionado, ha sido tradicionalmente
un lugar de intenso tráfico mercantil, de ahí la importancia del puente.
A
partir del siglo XIII bajo el reinado de Alfonso VIII con las victorias
conseguidas se generó una nueva situación que permitió el desarrollo de la
comarca y la construcción de un puente sobre el Alberche que garantizaba las
comunicaciones entre Ávila y Toledo acelerando el crecimiento de Escalona.
Sabemos,
gracias a un documento de acuerdo entre el cabildo de Toledo y el canónigo
Arnaldo, que en 1208 se estaba restaurando el citado puente y que en 1220 se
hizo una manda para construir el puente y el castillo de Escalona.
Sobre
todo bajo el mandato de D. Alvaro de Luna, Condestable de Castilla y Maestre de
la Orden de
Santiago es cuando se consuma el ascenso de Escalona frente a la pujanza de
otro lugar a orillas del río Alberche: El Alamín.
La
suerte de ambas villas estaba estrechamente vinculada al trazado de la vía de
comunicación entre Toledo y Ávila, al llamado “camino del Alberche”. Don Alvaro
de Luna, destruyó el puente de fábrica tendido a la altura de Alamin por don Pedro
Tenorio. A partir de este momento el cruce del río se realizó, definitivamente,
por Escalona. Las Relaciones se encargan de relatarlo de esta manera:
"El
dicho Maestre y Condestable Don Alvaro de Luna deshizo una puente que tenia el
no de Alberche junto al castillo de Alhamin, mandandola derribar, que hoy dia
estan los pilares de cantería de piedra de la dicha puente y muy fuertes sin
los arcos, y esto fue por ennoblescer a la villa de Escalona, porque el camino
Real que viene de Valladolid y de Castilla la Vieja a la ciudad de Toledo antiguamente venia
por esta puente, y pasaba por junto al castillo de Alhamin, y dicen que es
camino mas derecho y mas corto, y por ennoblescer a Escalona mando edificar la
puente que esta hoy dia en el dicho rio junto a Escalona y es el camino por
alli y por adjudicar el pontazgo a Escalona” (Relaciones III, p. 604)"
A
partir de entonces Escalona quedó ennoblecida por el paso del Camino Real que
desde Castilla la Vieja
se dirigía a Toledo y enriquecida por el cobro del pontazgo. Sin embargo hay
que observar que esta visión de los hechos ha sido rectificada recientemente
por J. P. Molénat, para quien el declive de Alamín se había producido mucho tiempo atrás.
Poseemos
testimonios documentales en el año 1636 que hablan del repartimiento pendiente
para la construcción de un nuevo puente, y su resolución por el Consejo de
Castilla:
Estos
puentes (en realidad eran dos) seguramente de madera y reparados varias veces
a lo largo del siglo, no resistieron la enorme crecida del río del día 6 de
diciembre de 1739 porque según consta en los Libros de Acuerdos del Concejo:
"En
la Leal villa de
Escalona en 6 del mes de Diciembre de 1739 saben y les consta que esta noche
entre las once y las doce de ella ha sucedido la desgracia con la creciente del
Río Alberche y recio aire que sobrevino al mismo tiempo, se ha llevado las
puentes de madera Chico y Grande y dentro de la población de dicha villa ha
padecido ruina diferentes casas y en las heredades contiguas al río y ver si se
puede recoger la puente que se tiene noticia ha parado junto a la Dehesa de Hormigos"
La
utilidad de estos puentes de madera (probablemente incorporados a restos de puentes
más antiguos) está sobradamente probada para el comercio en general y para el
comercio local con las villas próximas. Ello explica el acuerdo y concordia realizado
en 1752 entre Escalona y las villas de Nombela, Almorox, Cadalso y Cenicientos
ante el escribano del número Juan Francisco Camacha para mantener los puentes y
otros aspectos, cuyo tenor es el siguiente:
"La
primera se ha de observar es que las cuatro villas de dicho común se han de
juntar, como es costumbre en esta de Escalona todos los años en el día señalado
de cada una para la admisión de posturas del fruto de castaña y bellota de los
citados Castañar y Robledo para el día 21 de septiembre, dándoles los salarios
acostumbrados y refresco, del íntegro del producto; y se ha de pagar el salario
del guarda asimismo, y convocatoria, tasadores del fruto, alcabala a su excelencia
el duque de Escalona, cientos a esta dicha villa y censo perpetuo a la Santa Iglesia
Colegial de ella y de lo que quedare pagado esto, se han de dar a esta villa de
Escalona anualmente doscientos ducados por los reparos del puente de madera"
La
reparación de los puentes de madera o la construcción de uno más permanente y
sólido de piedra trascendía las posibilidades económicas de la pequeña villa de
Escalona. El día 3 de abril de 1786, por la noche:
"se advirtió en el río
Alberche inmediato a esta villa un grande creciente de agua que tomando cuerpo
hasta el día 4 del corriente bañó toda la isla y soto hasta llegar por encima
de la huerta propia del Mayorazgo que posee don Baltasar de Cuenca, en cuyo
conflicto y aflicción de todos estos naturales y estar dichas islas y sotos
llenos de sus ganados de labor, y también en vista de llegar a dichas aguas
casi a barbear con el puente de madera que está sobre dicho río bastantemente
alto y ir todo cubierto, el que se halla a la entrada del Camino de Toledo, y
Olivares inmediatos a él, cuyo creciente tan excesivo no le han conocido los
vivientes, por lo que, y viendo toda la perdición de este pueblo por los muchos
ganados que se llevaba dicho río, maderas de edificios y otros árboles que
arrancaba con su ímpetu, acordaron pasasen dos comisarios de oficio a estar con
el señor Deán de esta insigne Colegial, juntase su cabildo inmediatamente y
permitiese se sacase en procesión general al Santísimo Sacramento a la puerta
de dicho río, como en otros años se había ejecutado y aplacado don dicha Real
presencia sus aguas.Se
juntó el Cabildo con las hermandades del Santísimo Sacramento, la de Nuestra
Señora de la Concepción,
Comunidad de Nuestro Padre San Francisco y Tercera Orden y juntándose el pueblo
como a las siete de la mañana todos contritos de corazón, se celebró con velas y
hachas encendidas dicha procesión hasta dicha puerta del río, cantando la
letanía de Ntra. Señora, donde se tuvo presente y se advirtió milagrosamente ir
bajando por instantes dicha creciente e impulsos de su agua; y antes precedió
el que dicho cabildo empezó los laudes, y vuelto dicho señor en la forma
referida a dicha insigne colegial en subiendo al púlpito el Reverendo Padre Conventual
de dicho convento predicó fervorosamente a todos los circunstantes de forma que
lloraba en dicho púlpito para que tuviésemos dolor de nuestros pecados, y nos
restituyese a la gracia. Y después en vista de ir menguando dicho río se acordó
se hiciese rogativa hasta el sábado ocho del corriente con su misa de gracias, a
lo que condescendió en todo dicho ilustre Cabildo: y también se acordó poner un
día de Manifiesto Sacramentado al Señor con acción de gracias, y para ello se
dé recado por los señores Don Manuel de Vega y Rafael de Peñarrubia a dicho Ilustre
Cabildo y a un mismo tiempo le dé las gracias de lo practicado y también a
dicha comunidad e igualmente al de religiosos que concurran con sus oraciones
para que Dios tenga misericordia de nosotros y de lo acaecido se dé parte al
Rey de la miseria de este pueblo y lo
expuesto que está en sus puentes y muy maltratados"
El
25 de febrero de 1787 la villa de Escalona, a través de sus procuradores,
dirigió una representación al Rey manifestando todos los antecedentes conocidos
sobre las avenidas del río Alberche, la destrucción de sus puentes y la urgente
necesidad de una solución más permanente. La obra propuesta por el alarife de
Toledo D. Francisco Ruano Calvo, costará los 2.490.772 reales de vellón,
cantidad a todas luces exagerada para afrontarla la villa de Escalona, e incluso
por repartimiento será una obra pública de alto coste. El alarife incorpora a su
informe la traza y diseño en dos planos que se conservan por suerte, y
restaurados, en el Archivo Histórico Nacional. El puente propuesto era una obra
de piedra y mampostería, de construcción tradicional, con quince ojos de arco
de medio punto y tajamares en ángulo aguas arriba/abajo.
Sin
embargo por su elevado presupuesto se hizo otro proyecto elaborado por D.
Ignacio Tomás de la Real Academia
de Bellas Artes de San Fernando, reduciendo el puente sólo a diez ojos que por
su mayor capacidad pueden pasar por ellos tantas aguas como por los quince que
proyectó el alarife. Se ha rebajado la altura de los arcos, lo cual incide
económicamente en un menor coste, sin que por ello se siga menos fortificación,
comodidad y utilidad de la obra. El proyecto realizado se conserva como restaurado,
en el Archivo Histórico Nacional. Todas las diligencias actuaciones practicadas
por el académico junto con sus dos planos fueron presentadas a la Real Academia de
Madrid; su comisión de arquitectura, reunida en 5 de mayo del mismo año, 1788,
ve probada la inutilidad del puente principal con quince ojos y dos millones y
medio de reales, tal y como dispuso el alarife de Toledo. En su lugar propone
un puente con sólo diez ojos aprovechando uno ya hecho, y todas las partes
servibles de la obra antes empezada, cuyo coste y otras obras accesorias, se
hará con más de un millón de ventaja respecto del que Ruano propuso.
Durante
la Guerra de la Independencia, el mariscal Soult provocó la
ruina de buena parte del soberbio palacio de don Álvaro de Luna, que hasta
entonces se había conservado íntegro, para utilizar las maderas en un puente sobre el Alberche.
En
la actualidad el puente es una obra monumental, de unos trescientos metros de
longitud, que no responde a ninguno de los proyectos que conservamos. Su fábrica
responde a un proyecto único, probablemente el de don Pedro Amal. La tipología
es de once ojos, bóvedas de medio punto rebajadas, no todas de la misma luz. La
construcción es toda de sillería, inclusive las entradas y salidas,
apartaderos, escaleras de bajada al río por ambos lados y pretil. Se divide su
longitud en tres tramos de cuatro, tres y cuatro bóvedas a la entrada, centro y
salida, respectivamente. Las cepas tajamares manifiestan una gran ligereza y
tienen cierta similitud con las del Pont des Arts, de París (De Cessart y Dilion,
1803). Los arcos alcanzan la altura de la línea de impostas apareciendo las
gárgolas para el desagüe sobre la clave del arco. En el tramo central,
correspondiente a las tres bóvedas, se refuerza con un saliente que encaja
fuertemente entre la cepa y que en el tablero aporta espacio: son los cuatro
apartaderos, dos aguas arriba y dos aguas abajo. El conjunto de la monumental fábrica
mantiene una gran sobriedad y estilización de formas, sin concesiones decorativas
o escultóricas, lo que me hace suponer que se finaliza ya a principios del
siglo XIX.
Aguas
arriba existen dos pequeños restos, visibles desde el tablero con gran fidelidad,
que corresponden al arranque de un arco de algún intento constructivo anterior,
que situaría el puente en un lugar distinto. Los murallones y manguardias están
rehechos al igual que la calzada actual, pero manteniendo en lo fundamental el
perfil de su época. El entorno se encuentra algo degradado, con abundantes
restos de vegetación que estropean sus desagües.
Extractado lo expuesto, del trabajo de Pilar Corella Suárez "Trazas y Proyectos para Puentes Toledanos del Siglo XVIII"