SANTIAGO, VIAJERO Y APOSTOL
De Santiago se sabe por los Cuatro Evangelios y los Hechos de los Apóstoles, que formó parte del grupo de discípulos mas próximo a Jesucristo, junto con Pedro y su hermano Juan. Precisamente del Evangelio escrito por este último, se puede desprender que ambos hermanos eran primos de Jesús, al ser María hermana de Salomé, la madre de Santiago y Juan.
Jesucristo distinguió a estos tres Apóstoles, al concederles que fueran testigos de tres momentos importantes de su vida en la Tierra: La resurrección de la hija de Jairo; la manifestación de su divinidad en el monte Tabor, (cuando su “cuerpo humano” se transfiguró, ante ellos, en “cuerpo glorioso”, mostrándoles así su Divinidad); y la noche terrible de Getsemaní, que precedió a la crucifixión, en la que el Hijo del Hombre sudó sangre al verse abandonado por todos.
Santiago ocupó el segundo puesto, tras Pedro, en el grupo de los Doce. Fue sin duda, uno de los Apóstoles con más prestigio y autoridad espiritual.
Después de la Ascensión de Jesucristo, los Apóstoles se dispersaron por todo el mundo conocido hasta “los confines de la Tierra”. Se sabe por la carta de San Pablo a los Gálatas, que Santiago permaneció fuera de Jerusalén entre los años 36 y 39, y se cree, que bien pudiera ser en estos tres años cuando Santiago se trasladara a Hispania con intención evangelizadora
Vuelto Santiago a Jerusalén con algunos discípulos hechos en España, y sin duda por su destacado papel dentro de la primera comunidad cristiana, fue apresado y mandado decapitar por Herodes Agripa I, poco antes de la Pascua Judía del año 44. Para evitar que su cadaver fuera devorado por animales carroñeros en el desierto de Judá (que era donde se arrojaban los ajusticiados), los restos del Apóstol, que fue el primero en morir de entre los Doce, fueron posiblemente recogidos por sus discípulos y desde el puerto de Jafa, embarcados hasta “los confines de la tierra”, como aseguran diversas tradiciones. Se cree con grandes posibilidades de certeza, que serian oriundos de las tierras gallegas algunos de aquellos discípulos que rescataron su cuerpo, y que habrían acompañado al Apóstol en su regreso a Jerusalén. Se piensa en Atanasio y Teodoro, sus discípulos más próximos, enterrados en Compostela junto al hombre que les anunció el Evangelio,
Los restos apostólicos fueron enterrados mas tarde, en un mausoleo al estilo romano, en el lugar que seria conocido como Santiago de Compostela, y debió surgir espontáneamente un culto a sus reliquias, originándose así unas primeras “peregrinaciones”, seguramente de breve recorrido y escaso número de personas. Las campañas arqueológicas emprendidas en el suelo de la Catedral compostelana entre los años 1.946 y 1.959, pusieron al descubierto una necrópolis extensa y densamente poblada de tumbas, lo que indica que en sus cercanías existió una población de vivos, que perduro junto a los restos apostólicos durante siglos. Las huellas de ocupación y vida halladas en las excavaciones se remontan al siglo I y llegan hasta el VII, desaparecen durante el siglo VIII (en 711 comienza la invasión musulmana) y reaparecen a partir del IX
Es importante señalar, que todas las sepulturas estudiadas, aparecen orientadas hacia el cenotafio que guardó los restos del Apóstol Santiago.
Los primeros testimonios escritos de la posible evangelización de Santiago Apóstol en España datan del siglo IV,
Dirimo el Ciego, en su “Tratado sobre la Trinidad”, menciona que uno de los Doce predicó en Hispania. Lo que es reafirmado por San Jerónimo en sus “Comentarios a Isaías”.
Tras el abandono del arrianismo y conversión al catolicismo del rey Recaredo (en el año 547), y con el de todo el pueblo visigodo, la consideración de Santiago como apóstol ligado a España es conocida y admitida por todos los españoles.
Es entonces cuando estos, por primera vez en su Historia, tienen conciencia de tales al estar todos unidos por unas mismas “creencias”; la misma “Lex Romana Visigotorum”; y vivir en el mismo territorio.
El Beato de Liébana desde un perdido valle cántabro al pie de los Picos de Europa, y al abrigo de las razias sarracenas, escribe de Santiago: “que refulges como áurea cabeza de España / nuestro protector y patrono nacional”. Todo esto nos hace suponer que, en esos momentos la convicción de que Santiago era el evangelizador de España era universalmente aceptada en todo Occidente.
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